sábado, 30 de noviembre de 2013

El ánfora



De pronto, recuerdo que no existo.
Y si no existo, no tengo brazos.
Y si no tengo brazos, no puedo ser una barca.
Por no tener, no tengo inquietudes
ni interés por la ubicación de los extintores
ni obligación de regar los geranios radioactivos
ni miedo a que el secador me explote en la cabeza
ni manías sentimentales, ni actitudes refractarias.
Y, sobre todo, no tengo… que madrugar.
A mí me mató un cubito de hielo
a las cinco y veinte aproximadamente.
Yazgo enterrada debajo del ánfora, 
en una oscuridad de cerámica.
Desde que no existo,
no soy tan desgraciada.

De Esta dichosa ansiedad doméstica

jueves, 14 de noviembre de 2013

Cartografía simple


Su ciudad tenía dos calles: en una vivía él; en la otra, los demás. Sólo se perdió una vez.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Sentina 121





A mí vienen
las pieles mudadas,
el polvo compacto,
la mortaja del aceite,
los aspectos tóxicos.
Me sirve lo que no sirve.

Se evita pronunciar mi nombre
por temor a un infarto en la voz,
pero, por motivos que desconozco,
se puede apagar
cigarrillos en mi cuerpo
también hoy.