domingo, 10 de marzo de 2013

Los oficios vespertinos





Un hombre en la llanura se colocó frente a una mesa repleta de utensilios. Estaba todo preparado, eran casi las siete. Damasquinador, comenzó a incrustar hilos de oro y plata en la luz reinante, mediante arabescos, a golpes de martillo mudo. Alfarero, fue moldeando las nubes, esmaltándolas y haciéndolas más voluminosas y cercanas. Tallador, grabó sueños en las ramas de los árboles, las cuales invitaban a los pájaros a irse cobijando en ellas. Espartero, confeccionó una cuerda con la que atrapó al sol y lo hizo descender. Navajero, calentó acero y fabricó un machete con el que peló el horizonte revelando su corazón anaranjado, derramándolo por los alrededores. El último artesano de atardeceres suspiró. Se encontraba agotado. Hoy tampoco llegaría la noche tras el día abruptamente, la luna tras el sol sin su armonioso baile. Sólo cuando le encontró un defecto al cielo, sólo entonces, se sintió plenamente satisfecho.


6 comentarios:

  1. Muy plástico el texto. Nos ha encantado.
    Grandes soles y abrazos.

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  2. Qué manera más original de relatar un trabajo artesanal. Precioso, Elena.
    Besos.

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  3. El oficio de la escritura, ese es el mejor oficio. Qué bien plasmado.
    Besoss Elena.

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  4. ... desde luego, no perdiste ni un ápice de originalidad y gracia en tu prosa poética... ¡Qué alegría para mi corazón volver a leerte! Y el final (siempre fuiste estupenda para ello) es la guinda que no se come, que no se toca, que se deja ahí, para que uno piense... Muak!

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  5. bravo por los defectos, que no endiosan, que traen mañanas.
    requetebello.

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  6. Gracias, sois estupendos.

    Abrazos artesanos defectuosos y a la vez perfectos.

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