lunes, 5 de noviembre de 2012

Sin luz



Antes me daban suerte las cucarachas (verlas, oírlas, intuirlas). El asco entonces era compensado con la buena suerte. Al pisarlas, tragaba saliva; después, abría los brazos. Al tiempo dejé de verlas y, a cambio, el reloj marcaba siempre la misma hora.

Una vez se coló un murciélago en mi cuarto. Murió de un toallazo. Otro día se metió otro y me pregunté si no sería ésa la nueva señal de la buena suerte. No quería que se me revelara así, tras un combate desesperado y circular. Afortunadamente, no llegó la buena suerte.

Hace unos meses encontré dos gorriones en la cocina. Salieron volando cuando me vieron. Después llegó la buena suerte. Me gusta que los gorriones sean los encargados de anunciarme progresos, porque no tengo que matarlos. Todos los días echo migas de pan en el alféizar de la cocina, pero ya no vienen. Canto cucarachas. Pienso murciélagos. Sin luz.

8 comentarios:

  1. Buscamos una señal y cuando aparece a través de algo, nos volvemos fetiches de ese algo. Yo quiero aviones surcando el cielo.
    Un abrazo, Elena.

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    1. Efectivamente, incluidos fetiches oscuros. Lo malo es que, ahora que lo he contado, temo que ya no me funcione más. Eso sí, me he quedado tan a gusto :)
      Un abrazo, Aurora.

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  2. con "numerosos premios" = "sin luz"

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