martes, 28 de septiembre de 2010

En la taquilla

Los adultos pagan el doble
o los niños pagan la mitad,
como ustedes prefieran.
Los bebés y los llaveros no pagan.
Silencien sus móviles, piensen en esto.
Límpiense los ojos antes de pisar la arena.
Prohibido echar comida a los animales,
prohibido echar bebida a sus dueños.
Paguen al contado, por favor:
Los niños la mitad,
los adultos el doble,
los llaveros y los bebés no pagan.
¿Es que no piensan en esto?
Movilicen sus silencios.
Sepan que no les aguanto.
Paguen. No soy amable. Circulen.

De Lo circense

domingo, 19 de septiembre de 2010

Por el bien de los jardines

Prohibido arrancar flores.
Pueden acariciarlas, despeinarlas,
dibujarlas en un cuaderno si lo desean,
pero sin arrancarlas del papel después.
Pueden inventarles pétalos, espinas,
vaporosos mamuts polinizadores alrededor,
pero no golpes de viento ni cortacéspedes
que pongan en peligro su existencia.
Prohibido darles de comer a las flores
porque pueden ponerse grandes y cariñosas,
seguirles a sus casas, dormir en sus puertas, ladrar casi
hasta que les dejen entrar y llenárselo todo de colores,
y eso, señores topos, está terminantemente prohibido,
al igual que robar motas de polvo con los ojos para llorar.

martes, 14 de septiembre de 2010

Flamber

¿Por qué hay helicópteros en el cielo, por qué?
Van a destrozarme el optimismo que conservo en el tejado.
Despeinan persianas, despeinan antenas, despeinan sonidos.
¿Son sus actos bailes de anacondas o combates de mangueras?
¿Por qué hay una ambulancia en mi puerta, quién la llamó?
Yo no la necesito, ¿y tú?: yo aún tengo el coraje.
¿Te acuerdas del vecino del tercero, el del megane?
Acaba de bajar volando y en llamas. Siempre con prisas…
¿Hay una viga en mi ron? (Intento asimilarlo, me tomo mi tiempo).
Mira cómo todo se desmorona, todo se desmorona, mira, como todo.

martes, 7 de septiembre de 2010

Ambas barbillas

Él tenía una barbilla prominente, afilada, un tanto curva, y visto de perfil evocaba el retrato de cierto lord inglés. La barbilla de ella era una roncha, y su anverso un sitio donde la huella de una rueda era un hoyuelo. Decidieron quererse, eligieron soñar. Con el paso de los años la barbilla de ella fue adoptando la forma de la de él, que cada vez tendía más a estirarse en busca de la de ella. Ya ancianos, las barbillas que metamorfosearon para estar juntas, topaban la una con la otra imposibilitando los besos, nunca el cariño. Poco antes de morir no parecían esposos, sino hermanos. Hoy los herederos discuten por la herencia: ellos se han dejado barba. Ellas también.

De A propósito de los cuerpos

viernes, 3 de septiembre de 2010

Veladas

Ni el té sabe tan dulce como yo quisiera
ni puedo evitar que se haya nublado
ni se me seca el frío de los pies.
Llaman a la puerta, abro, hola.
Mi prima trae revistas y regaliz,
y prefiere no quitarse el abrigo.
Tararea la melodía más estúpida
y sonríe, pero sólo un poco porque
las horquillas le limitan la expresión.
Dice que después cambiará las vendas
de mis muñecas por otras nuevas, limpias.
Le pido que, además, me vende el apellido.
Pasaremos el resto de la tarde sin la felicidad.